En la luna negra
de los bandoleros,
cantan las espuelas.
¡Ay! caballito negro,
¿Dónde llevas tu jinete muerto?
Las duras espuelas
del bandido inmóvil
que perdió las riendas.
¡Ay! caballito frío.
¡Qué perfume de flor de cuchillo!
En la luna negra
sangraba el costado
de Sierra Morena.
¡Ay! caballito negro.
¿Dónde llevas tu jinete muerto?
En la luna negra,
¡un grito! y el cuerno
largo de la hoguera.
¡Ay! caballito frío.
¡Qué perfume de flor de cuchillo!
El lagarto está llorando.
La lagarta está llorando.
El lagarto y la lagarta
con delantalitos blancos.
Han perdido sin querer,
el lagarto y la lagarta,
han perdido sin querer
su anillo de desposados.
¡Ay, su anillito de plomo,
ay, su anillito plomado!¡Ay!
¡Míradlos qué viejos son!
el lagarto y la lagarta,
¡míradlos qué viejos son!
¡Qué viejos son los lagartos!
¡Ay, cómo lloran y lloran!,
cómo lloran los lagartos.
¡Ay, cómo lloran y lloran!,
¡ay!, ¡ay! ¡cómo están llorando!
Romance a la luna, luna
La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira, mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
- Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.
- Niño, déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño
tiene los ojos cerrados.
- Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
- Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.
Cómo canta la zumaya,
¡ay, cómo canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con un niño de la mano.
Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
El aire la está velando.
- Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
- Niño, déjame, no pises
mi blancor almidonado.
Casida de las palomas oscuras
Por las ramas del laurel
van dos palomas oscuras.
La una era el sol,
la otra la luna.
"Vecinitas", les dije:
"¿dónde está mi sepultura?"
"En mi cola", dijo el sol.
"En mi garganta", dijo la luna.
Y yo que estaba caminando
con la tierra a la cintura
vi dos águilas de mármol
y una muchacha desnuda.¡Ay!
Por las ramas del laurel
van dos palomas oscuras.
La una era la otra
y la muchacha era ninguna.
"Aguilitas", les dije,
"¿dónde está mi sepultura?"
"En mi cola", dijo el sol.
"En mi garganta", dijo la luna.
Por la ramas del laurel
vi dos palomas desnudas.
La una era la otra
y las dos eran ninguna.¡Ay!
Por la ramas del laurel
van dos palomas oscuras.
La señorita del abanico
La señorita
del abanico
va por el puente
del fresco río.
Los caballeros
con sus levitas,
miran el puente
sin barandillas.
La señorita
del abanico
y los volantes,
busca marido.
Los caballeros
están casados,
con altas rubias
de idioma blanco.
Los grillos cantan
por el Oeste.
La señorita
va por lo verde.
Los grillos cantan
bajo las flores.
Los caballeros,
van por el Norte.
La señorita
del abanico
va por el puente
del fresco río.
Mi niña se fue a la mar
Mi niña se fue a la mar,
a contar olas y chinas,
pero se encontró, de pronto,
con el río de Sevilla.
Entre adelfas y campanas
cinco barcos se mecían,
con los remos en el agua
y las velas en la brisa.
¿Quién mira dentro la torre
enjaezada, de Sevilla? ¡Ay!
Cinco voces contestaban
redondas como sortijas.
El cielo monta gallardo
al río, de orilla a orilla.
En el aire sonrosado,
cinco anillos se mecían.
Mi niña se fue a la mar,
a contar olas y chinas,
pero se encontró, de pronto,
con el río de Sevilla.
¿Quién mira dentro la torre
enjaezada, de Sevilla? ¡Ay!
Cinco voces contestaban
redondas como sortijas.
La más bella niña
La más bella niña
de nuestro lugar,
hoy viuda y sola
y ayer por casar,
viendo que sus ojos
a la guerra van,
a su madre dice,
que escuche su mal:
Dejadme llorar
orillas del mar.
Pues me diste, madre,
en tan tierna edad
tan corto el placer,
tan largo el pesar,
y me cautivaste
de quien hoy se va
y lleva las llaves
de mi libertad
Dejadme llorar
orillas del mar.
Dulce madre mía,
¿Quién no llorará,
aunque tenga el pecho
como un pedernal,
y no dará voces,
viendo marchitar
los más verdes años
de mi mocedad?
Dejadme llorar
orillas del mar.
En llorar conviertan
mis ojos, de hoy más,
el sabroso oficio
del dulce mirar,
pues no se pueden
mejor ocupar,
yéndose a la guerra
quien era mi paz.
Dejadme llorar
orillas del mar.
Que se nos va la Pascua, mozas
Mozuelas las de mi barrio,
loquillas y confiadas,
mira no os engañe el tiempo
la edad y la confianza.
No os dejéis lisonjear
de la juventud lozana,
porque de caducas flores
teje el tiempo sus guirnaldas,
¡Que se nos va la Pascua, mozas,
que se nos va la Pascua!
Yo sé de una buena vieja
que fue un tiempo rubia y zarca,
y que al presente le cuesta
harto caro ver su cara;
porque su bruñida frente
y sus mejillas se hallan
más que roquete de obispo
encogidas y arrugadas,
¡Que se nos va la Pascua, mozas,
que se nos va la Pascua!
Y sé de otra buena vieja,
que un diente que le quedaba
se lo dejó este otro día
sepultado en unas matas;
y con lágrimas le dice:
"Diente mío de mi alma,
yo sé cuánto fuisteis perla,
aunque ahora no sois nada".
¡Que se nos va la Pascua, mozas,
que se nos va la Pascua!
Por eso, mozuelas locas,
antes que la edad avara
el rubio cabello de oro
convierta en luciente plata,
quered cuando sois queridas,
amad cuando sois amadas;
mirad, bobas, que detrás
se pinta la ocasión calva,
Que se nos va la Pascua, mozas,
que se nos va la Pascua!
Y, ríase la gente
Traten unos del gobierno
del mundo y sus monarquías,
mientras gobiernan mis días
mantequillas y pan tierno,
y las mañanas del invierno
naranjada y aguardiente,
y rijijijí y rijijijá
y ríase la gente
Coma en dorada vajilla
el Príncipe mil cuidados,
como píldoras dorados;
que yo en mi pobre mesilla
quiero más una morcilla
que en el asador reviente,
y rijijí y rijijijá
y ríase la gente.
Cuando cubra las montañas
de blanca nieve el enero,
tenga yo lleno el brasero
de bellotas y castañas,
y quien las dulces patrañas
del Rey que rabió me cuente,
y rijijijí y rijijijá
y ríase la gente.
Busque muy en hora buena
el mercader nuevos soles;
yo conchas y caracoles
entre la menuda arena,
escuchando a Filomena
sobre el chopo de la fuente,
y rijijijí y rijijijáy ríase la gente.
Lloraba la niña
Lloraba la niña
(y tenía razón)
la prolija ausencia
de su ingrato amor.
Dejóla tan niña,
que apenas creo yo
que tenía los años
que ha que la dejó.
Llorando la ausencia
del galán traidor,
la halla la Luna
y la deja el Sol,
añadiendo siempre
pasión a pasión,
memoria a memoria,
dolor a dolor.
Llorad, corazón
que tenéis razón.
Dícele su madre:
"Hija, por mi amor,
que se acabe el llanto,
o me acabe yo."
Ella le responde:
"No podrá ser, no;
las causas son muchas,
los ojos son dos.
Satisfagan, madre,
tanta sinrazón,
y lágrimas lloren,
en esta ocasión,
tantas como dellos
un tiempo tiró
flechas amorosas
el arquero Dios.
Llorad, corazón
que tenéis razón.
Ya no canto, madre,
y si canto yo,
muy tristes endechas
mis canciones son;
porque el que se fue,
con lo que llevó
se dejó el silencio,
y llevó la voz".
Llorando la ausencia
del galán traidor,
la halla la Luna
y la deja el Sol,
añadiendo siempre
pasión a pasión,
memoria a memoria,
dolor a dolor.
Llorad corazón
que tenéis razón.
Hermana Marica
Hermana Marica,
mañana, que es fiesta,
no irás tú a la amiga
ni yo iré a la escuela.
Pondráste el corpiño
y la saya buena,
cabezón labrado,
toca y albanega;
y a mí me pondrán
mi camisa nueva,
sayo de palmilla,
media de estamena;
y si hace bueno,
trairé la montera
que me di la Pascua
mi señora abuela,
y el estadal rojo
con lo que le cuelga,
que trajo el vecino
cuando fue a la feria.
Iremos a misa,
veremos la iglesia,
darános un cuarto
mi tía la ollera.
Compraremos de él
(que nadie lo sepa)
chochos y garbanzos
para la merienda;
y en la tardecica
en nuestra plazuela,
jugaré yo al toro
y tú a las muñecas
con las dos hermanas.
Juana y Madalena,
y las dos primillas,
Marica y la tuerta;
y si quiere madre
dar las castañetas,
podrás tanto dello
bailar en la puerta;
y al son del adufe
cantará Andrehuela:
No me aprovecharon,
madre, las hierbas;
y yo de papel
haré una librea,
y una caperuza
con muchas almenas;
pondré por penacho
las dos plumas negras
del rabo del gallo,
que acullá en la huerta
y en la caña larga
pondré una bandera
con dos borlas blancas
en sus tranzaderas;
y en mi caballito
pondré una cabeza
de guadamecí,
dos hilos, por riendas.
Yo y otros del barrio,
que son más de treinta,
jugaremos cañas
junto a la plazuela,
porque Barbolilla
salga y nos vea;
Barbola, la hija
de la panadera,
la que suele darme
tortas con manteca,
porque algunas veces
hacemos yo y ella
las bellaquerías
detrás de la puerta.
Bien puede ser, no puede ser
Que pida un galán Minguilla
cinco puntos de jervilla,
bien puede ser;
mas que calzando diez Menga,
quiera que al juste le venga,
no puede ser.
Que se case un don Pelote
con una dama sin dote,
bien puede ser;
mas que no dé algunos días
por un pan las damerías,
no puede ser.
Que la viuda en el sermón
dé mil suspiros sin son,
bien puede ser;
más que no los dé a mi cuenta
porque sepan do se sienta,
no puede ser.
Que esté la bella casada,
bien vestida y mal celada,
bien puede ser;
mas que el bueno del marido
no sepa quien dio el vestido,
no puede ser.
Que olvide a la hija el padre
que buscalle quien le cuadre,
bien puede ser;
mas que se pase el invierno
sin que ella le busque yerno
no puede ser.
Que se precie un don Pelón
que se comió un perdigón,
bien puede ser;
mas que la bisnaga honrada
no diga que fue ensalada,
no puede ser.
Que sea el otro letrado
por Salamanca aprobado,
bien puede ser;
mas que traiga buenos guantes
sin que acudan pleiteantes,
no puede ser.
A flor de tiempo, SL
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