A Galopar
|
1º parte 2º parteJorge ManriqueCoplas por la muerte de su padre AnónimoLa bella mal maridada Diego Sánchez de BadajozLuis de GóngoraRafael AlbertiFrancisco de QuevedoRafael AlbertiA don Luis de Góngora y Lagartijo Félix María de SamaniegoRafael AlbertiLeón FelipeCesar VallejoEspaña; aparta de mí este cáliz Rafael AlbertiGabriel Celaya |
|
Coplas por la muerte de su padre
La bella mal maridada
Romance del conde Niño
A don Luis de Góngora y Lagartijo
España; aparta de mí este cáliz
Amada
Balada del que nunca fue a Granada
Vientos del pueblo
Andaluces de Jaén
Yo voy soñando caminos
Tus ojos me recuerdan
Yo soy aquél
Juventud, divino tesoro
Coplas por la muerte de su padre
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allá los otros medianos
y más chicos,
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos
descansamos.
Los placeres y dulzores
de esta vida trabajada
que tenemos,
no son sino corredores,
y la muerte, la celada
en que caemos.
No mirando a nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
desque vemos el engaño
y queremos dar la vuelta,
no hay lugar.
Esos reyes poderosos
que vemos por escrituras
ya pasadas,
con casos tristes,llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas;
así que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
y prelados,
así los trata la Muerte
como a los pobres pastores
de ganados.
Aquel de buenos abrigo,
amado, por virtuoso,
de la gente,
el maestre don Rodrigo
Manrique, tan famoso
y tan valiente;
sus hechos grandes y claros
no cumple que los alabe,
pues los vieron;
ni los quiero hacer caros,
pues que el mundo todo sabe
cuáles fueron.
Después de puesta la vida
tantas veces por su ley
al tablero;
después de tan bien servida
la corona de su rey
verdadero;
después de tanta hazaña
a que no puede bastar
cuenta cierta,
en la su villa de Ocaña
vino la Muerte a llamar
a su puerta.
diciendo: -"Buen caballero,
dejad el mundo engañoso
y sus halagos;
vuestro corazón de acero
muestre su esfuerzo famoso
en este trago;
y pues de vida y salud
hicisteis tan poca cuenta
por la fama,
esfuércese la virtud
para sufrir esta afrenta
que os llama.
Así, con tal entender,
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer
y de sus hijos y hermanos
y criados,
dio el alma a quien se la dio
(el cual la ponga en el cielo
en su gloria),
y aunque la vida perdió,
dejónos harto consuelo
su memoria.
La bella malmaridada
de las más lindas que vi,
acuérdate cuán amada,
señora, fuiste de mí.
Lucero resplandeciente,
tiniebla de mis placeres,
corona de las mujeres,
gloria del siglo presente,
extremada y excelente
sobre todas cuantas vi,
acuérdate cuán amada,
señora, fuiste de mí.
El conde Niño
Conde Niño por amores
es niño y pasó la mar;
va a dar agua a su caballo
las mañanas de San Juan.
Mientras el caballo bebe,
él canta dulce cantar;
todas las aves del cielo
se paraban a escuchar.
La reina estaba labrando,
la hija durmiendo está:
-Levantaos, Albaniña,
de vuestro dulce folgar,
sentiréis cantar hermoso
la sirenita del mar.
-No es la sirenita, madre,
la de tan bello cantar,
sino es el conde Niño
que por mí quiere finar.
-Si por tus amores pena,
¡oh, malhaya su cantar!,
Y porque nunca los goce,
yo le mandaré matar.
-Si le manda matar, madre,
juntos nos han de enterrar.
El murió a la media noche,
ella a los gallos cantar;
a ella como hija de reyes
la entierran en el altar;
a él como hijo de conde
unos pasos más atrás.
De ella nació un rosal blanco,
de él nació un espino albar;
crece el uno, crece el otro,
los dos se van a juntar;
La reina llena de envidia
ambos los mandó cortar;
el galán que los cortaba
no cesaba de llorar.
De ella naciera una garza,
de él un fuerte gavilán,
juntos vuelan por el cielo,
juntos vuelan par a par.
No me las enseñes más
No me las enseñes más,
que me matarás.
Estábase la monja en el monesterio,
sus teticas blancas
bajo el velo negro.
¡No más,
que me matarás!
¿Quién quiere un juguete?
No lo vendo por travieso
ni porque a nadie ofende
es alegre y juguetón
y por las niñas se pierde
niñas, guardaos de enojarle
que mira que si arremete
os podéis ver un día
jugando con el juguete.
Que ni hiere, ni mata,
ni pica, ni muerde.
Es alegre a todas horas
y amanece o no amanece
hay vecina que daría
cuanto tiene por tenerle.
Porque le conoce ya
y porque son más de siete
las noches que por pecar
ha desafiado a la muerte.
Se prohibe hacer aguas
Verás entre meadas y meadas,
más meadas de todas las larguras:
unas de perros, otras son de curas
y otras quizá de monjas disfrazadas.
Las verás lentas o precipitadas,
tristes o alegres, dulces, blandas, duras,
meadas de las noches más oscuras
o las más luminosas madrugadas.
Piedras felices, que quien no las mea,
si es que no tiene retención de orina,
si es que no ha muerto es que ya está expirando.
Mean las fuentes... Por la luz humea
una ardiente meada cristalina...
Y alzo la pata... Pues me estoy meando.
Don dinero
Madre, yo al oro me humillo;
él es mi amante y mi amado,
pues de puro enamorado,
de continuo anda amarillo;
que pues doblón o sencillo,
hace todo cuanto quiero,
poderoso caballero
es don, don, dodon, din, don es
don dinero.
Nace en las Indias honrado,
donde el mundo le acompaña,
viene a morir a España
y es en Génova enterrado;
y pues quien le trae al lado
es hermoso, aunque sea fiero,
poderoso caballero
es don, don, dodon, din, don es
don dinero.
Es galán, y es como un oro;
tiene quebrado el color;
persona de gran valor,
tan cristiano como moro;
pues que da y quita el decoro
y quebranta cualquier fuero,
poderoso caballero
es don, don, dodon, din, don es
don dinero.
Son sus padres principales,
y es de nobles descendiente,
porque en las venas de Oriente
todas las sangres son reales
y, pues es quien hace iguales
al duque y al ganadero,
poderoso caballero
es don,don, dodon, din, don es
don dinero.
Por importar en los tratos
y dar tan buenos consejos
en las casas de los viejos
gatos le guardan de gatos;
y, pues él rompe recatos
y ablanda al juez más severo,
poderoso caballero
es don, don, dodon, din, don es
don dinero.
Nunca vi damas ingratas
a su gusto y afición,
que a las caras de un doblón
hacen sus caras baratas;
y, pues hace las bravatas
desde una bolsa de cuero,
poderoso caballero
es don, don, dodon, din, don es
don dinero.
A don Luis de Góngora y Lagartijo
¡Tu capotillo, don Luis,
tu capotillo de oro,
mira que me coge el toro!
Mi amante con su querido
me está poniendo los cuernos.
Ya suelte tacos o ternos,
soy un cabrón consentido.
Si quiero mirar erguido
me pesa la frente y lloro.
¡Tu capotillo, don Luis,
tu capotillo de oro,
mira que me coge el toro!
Todas las noches del año,
el hijo de la gran puta,
con mi amante prostituta
va y viene del coro al caño,
y por si no es poco el baño,
viene y va del caño al coro.
¡Tu capotillo, don Luis,
tu capotillo de oro,
mira que me coge el toro!
El cuento de la lechera
Llevaba en la cabeza
una Lechera el cántaro al mercado
con aquella presteza,
aquel aire sencillo, aquel agrado,
que va diciendo a todo el que lo advierte:
¡Yo sí que estoy contenta con mi suerte!
Porque no apetecía
más compañía que su pensamiento,
que alegre la ofrecía
inocentes ideas de contento,
marchaba sola la feliz Lechera,
y decía entre sí de esta manera:
esta leche vendida,
en limpio me dará tanto dinero,
y con esta partida
un canasto de huevos comprar quiero,
para sacar cien pollos, que al estío
me rodeen cantando el pío,pío.
Del importe logrado
de tanto pollo mercaré un cochino;
con bellota, salvado,
berza, castaña, engordará sin tino;
tanto que puede ser que yo consiga
ver cómo se le arrastra la barriga.
Llevarélo al mercado;
sacaré de él sin duda buen dinero:
compraré de contado
una robusta vaca y un ternero,
que salte y corra toda la campaña,
hasta el monte cercano a la cabaña.
Con este pensamiento
enajenada, brinca de manera,
que a su salto violento
el cántaro cayó. ¡Pobre Lechera!
Adiós leche, adiós huevos,
adiós dinero, adiós lechón,
adiós, vaca y ternero.
¡Oh loca fantasía,
qué palacios fabricas en el viento!
modera tu alegría;
no sea que saltando de contento,
al contemplar dichosa tu mudanza,
quiebre su cantarillo la esperanza.
No seas ambiciosa
de mejor o más próspera fortuna;
que vivirás ansiosa
sin que pueda saciarte cosa alguna.
No anheles impaciente el bien futuro;
mira que ni el presente está seguro.
Nocturno
Lo que tanto se sufre sin sueño y por la sangre
se escucha que palpita solamente la rabia,
que en los tuétanos tiembla despabilado el odio
y en las médulas arde continua la venganza.
Las palabras entonces no sirven, son palabras.
Manifiestos, escritos, comentarios, discursos,
humaredas perdidas, neblinas estampadas,
qué dolor de papeles que ha de barrer el viento,
qué tristeza de tinta que ha de borrar el agua!
Las palabras entonces no sirven, son palabras.
Ahora sufro lo pobre, lo mezquino, lo triste,
lo desgraciado y muerto que tiene una garganta
cuando desde el abismo de su idioma quisiera
gritar lo que no puede por imposible, y calla.
Las palabras entonces no sirven, son palabras.
Siento esta noche heridas de muerte las palabras.
Qué lástima
¡Qué lástima
que yo no pueda cantar a la usanza
de este tiempo lo mismo que los poetas que hoy cantan!
¡Qué lástima
que yo no pueda entonar con una voz engolada
esas brillantes romanzas
a las glorias de la patria!
¡Qué lástima
que yo no tenga una patria!
¡Qué lástima
que yo no tenga una casa!
una casa solariega y blasonada,
una casa
en que guardara,
a más de otras cosas raras,
un sillón viejo de cuero, una mesa apolillada
(que me contaran
viejas historias domésticas como a Francis Jammes y a Ayala)
y el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla.
¡Qué lástima
que yo no tenga un abuelo que ganara
una batalla,
retratado con una mano cruzada
en el pecho, y la otra mano en el puño de una espada!
¡Qué lástima
que no pudiendo contar otras hazañas,
porque no tengo una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa
solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla,
ni un sillón viejo de cuero, ni una mesa, ni una espada,
y soy un paria
que apenas tiene una capa...
venga, forzado, a cantar cosas de poca importancia!
Como tú
Así es mi vida, mi vida,
piedra, como tú.
Como tú
piedra pequeña, como tú,
piedra ligera, como tú.
Como tú,
canto que ruedas, como tú,
por las veredas, como tú.
Como tú,
guijarro humilde, como tú,
de las carreteras, como tú.
Como tú,
piedra pequeña, como tú.
Como tú,
guijarro humilde, como tú.
Como tú,
que en días de tormenta,
como tú,
te hundes en la tierra, como tú.
Como tú,
y luego centelleas, como tú,
bajo los cascos,
bajo las ruedas, como tú.
Como tú,
piedra pequeña, como tú.
Como tú,
guijarro humilde, como tú.
Como tú,
que no sirves para ser ni piedra,
como tú,
ni piedra de una lonja,
como tú.
Ni piedra de un palacio,
ni piedra de una iglesia,
ni piedra de una audiencia,
como tú.
Como tú,
piedra aventurera, como tú,
que tal vez estás hecha
como tú.
Como tú,
sólo para una honda,
como tú,
piedra pequeña, como tú,
Como tú.
España; aparta de mí este cáliz
Niños del mundo,
si cae España -digo, es un decir-
si cae
del cielo abajo su antebrazo que asen,
en cabestro, dos láminas terrestres;
niños, ¡qué edad la de las sienes cóncavas!
¡qué temprano en el sol lo que os decía!
¡qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano!
¡qué viejo vuestro 2 en el cuaderno!
Niños,
hijos de los guerreros, entretanto,
bajad la voz que España está ahora mismo repartiendo
la energía entre el reino animal,
las florecillas, los cometas y los hombres.
¡Bajad el aliento, y si
el antebrazo baja, si las férulas suenan, si es la noche,
si el cielo cabe en dos limbos terrestres,
si hay ruido en el sonido de las puertas,
si tardo,
si no veis a nadie, si os asustan
los lápices sin punta, si la madre
España cae -digo, es un decir-
salid, niños del mundo; id a buscarla!...
Amada
Amada, en esta noche tú te has crucificado
entre los dos maderos curvados de mi beso.
Y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado
y que hay un Viernes Santo más dulce que ese beso..
Amada, en esta noche tú te has crucificado.
Amada, moriremos los dos juntos, muy juntos,
y ya no habrán reproches en tus ojos benditos
ni volveré a ofenderte. Y en una sepultura
dormiremos los dos como dos hermanitos.
Por encima del mar
Amparo dulce y buen Gabriel, hermanos
por encima del mar, y por encima
de lo que tanto y tanto nos lastima,
cada día más míos, más cercanos.
Venid, llegad, cerrémonos las manos,
que un claro viento nuevo nos reanima
y hasta la sangre, en lo que fuera sima,
sube creciendo derramada en granos.
Se empinaron un alba los más yertos
los más helados, lívidos, oscuros,
para que todo sepultura fuera.
Mas no están muertos los que estaban muertos
ni están vencidos los doblados muros,
y está verde otra vez la primavera.
La poesía es un arma cargada de futuro
Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
más se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmando,
como un pulso que golpea las tinieblas,
que golpea las tinieblas.
Cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades;
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades,
amorosas crueldades.
Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos, dar un sí que glorifica.
Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo,
estamos tocando el fondo.
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido,
partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren,
y canto respirando.
Canto y canto y cantando más allá de mis penas,
de mis penas personales, me ensancho,
me ensancho.
No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
es lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.
Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo, estamos tocando el fondo.
Balada del que nunca fue a Granada
Qué lejos por mares, campos y montañas
ya otros soles miran mi cabeza cana.
Nunca fui a Granada,
nunca fui a Granada.
Mi cabeza cana, los años perdidos,
quiero hallar los viejos, borrados caminos.
Nunca entré en Granada,
nunca entré en Granada.
Dadle un ramo verde de luz a mi mano,
una rienda corta y un galope largo.
Nunca vi Granada,
nunca vi Granada.
¿Qué gente enemiga puebla sus adarves:
quién los claros ecos libres de sus aires?
Nunca fui a Granada.
Venid, los que nunca fuisteis a Granada;
hay sangre caída, sangre que me llama.
Nunca fui a Granada,
nunca fui a Granada.
Hay sangre caída del mejor hermano;
sangre por los mirtos y aguas de los patios.
Nunca vi Granada,
nunca vi Granada.
Si altas son las torres, el valor es alto;
venid por montañas, por mares y campos.
Entraré en Granada,
entraré en Granada,
entraré en Granada.
Romance sonámbulo
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas la están mirando
y ella no puede mirarlas.
Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.
- Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
desde los montes de Cabra.
- Si yo pudiera, mocito,
ese trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
- Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
La romería
¡Ay, qué blanca
la triste casada!
¡Ay, cómo se queja entre las ramas!
Amapola y clavel será luego
cuando el macho despliegue su capa.
Si tú vienes a la romería
a pedir que tu vientre se abra,
no te pongas un velo de luto,
sino dulce camisa de Holanda.
¡Ay, cómo relumbra!
¡Ay, cómo relumbraba!
Vete sola detrás de los muros
donde están las higueras cerradas
y soporta mi cuerpo de tierra
hasta el blanco gemido del alba.
Si tú vienes a la romería
a pedir que tu vientre se abra,
no te pongas un velo de luto,
sino dulce camisa de Holanda.
¡Ay, cómo relumbra!
¡Ay, cómo relumbraba!
Vientos del pueblo
Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.
Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos;
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.
No soy de un pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.
¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas?
¿Ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?
Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada;
yugos que habéis de dejar
rotos sobre vuestra espalda.
Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.
Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma, ¿quién?
¿quién levantó los olivos?
Andaluces de Jaén.
No los levantó la nada,
ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada
el trabajo y el sudor.
Unidos al agua pura
y a los planetas unidos,
los tres dieron la hermosura
de los troncos retorcidos.
Andaluces de Jaén.
Andaluces de Jaén,
aceituneros altivos,
decidme en el alma, ¿de quién?
¿de quién son esos olivos?
Andaluces de Jaén.
Cuántos siglos de aceituna,
los pies y las manos presos,
sol a sol y luna a luna,
pesan sobre vuestros huesos.
Jaén, levántate brava,
sobre tus piedras lunares
no vayas a ser esclava
con todos tus olivares.
Andaluces de Jaén.
Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero,
a lo largo del sendero...
-La tarde cayendo está-.
"En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día;
ya no siento el corazón".
Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.
La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.
Mi cantar vuelve a plañir:
"Aguda espina dorada,
quién te volviera a sentir
en el corazón clavada".
Tus ojos me recuerdan
Tus ojos me recuerdan
las noches de verano,
negra noche sin luna,
orilla al mar salado,
y un chispear de estrellas
de un cielo negro y bajo.
Tus ojos me recuerdan
las noches de verano.
Y tu morena cara,
los trigos requemados
de un suspirar de fuego
de los maduros campos.
Tus ojos me recuerdan
las noches de verano.
De tu morena cara,
de tu soñar gitano,
de tu mirar de sombra
quiero llenar mi vaso.
Me embriagaré una noche
de un cielo negro y bajo,
para cantar contigo,
orilla al mar salado,
una canción que deje
cenizas en los labios...
De tu mirar de sombra
quiero llenar mi vaso.
Tus ojos me recuerdan
las noches de verano.
Yo soy aquél
Yo soy aquel que ayer no más decía
el verso azul y la canción profana,
en cuya noche un ruiseñor había
que era alondra de luz por la mañana.
El dueño fui de mi jardín de sueño,
lleno de rosas y de cisnes vagos;
el dueño de las tórtolas, el dueño
de góndolas y liras de los lagos;
y muy siglo diez y ocho y muy antiguo
y muy moderno; audaz, cosmopolita;
con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo,
y una sed de ilusiones infinita.
Yo supe del dolor desde mi infancia,
mi Juventud... ¿Fue juventud la mía?
Sus rosas aún me dejan su fragancia,
una fragancia de melancolía...
Potro sin freno se lanzó mi instinto,
mi juventud montó potro sin freno;
iba embriagada y con puñal al cinto;
si no cayó, fue porque Dios es bueno.
En mi jardín se vio una estatua bella;
se juzgó mármol y era carne viva;
un alma joven habitaba en ella,
sentimental, sensible, sensitiva.
Y tímida ante el mundo, de manera
que encerrada en silencio, no salía
sino cuando en la dulce primavera
era la hora de la melodía...
Pasó una piedra que lanzó una honda;
pasó una flecha que aguzó un violento.
La piedra de la honda fue a la onda,
y la flecha del odio fuese al viento.
La virtud está en ser tranquilo y fuerte;
con el fuego interior todo se abrasa;
se triunfa del rencor y de la muerte,
y hacia Belén... la caravana pasa.
Juventud divino tesoro
Juventud, divino tesoro,
ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar no lloro
y a veces, lloro sin querer.
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura, amarga, y pesa.
Ya no hay princesa que cantar.
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
A pesar del tiempo terco
mi sed de amor, no tiene fin.
Cabello gris, así me acerco
a los rosales del jardín.
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
A Blas de Otero
Blas. Sí, todo un hombre. Blas,
hoy pienso en ti. ¿Dónde estás?
Donde estés, allí yo estoy.
Donde vayas, allí voy.
Blas de Otero,
nuevo hermano,
por tu mismo derrotero,
ángel fieramente humano,
alas con plumas de acero.
Blas.
¿Me sientes donde tú estás?
Me queda la palabra
Si he perdido la vida, el tiempo,
todo lo tiré como un anillo al agua.
Si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.
Si he sufrido la sed, el hambre,
todo lo que era mío y resultó ser nada.
Si he segado las sombras en el silencio,
me queda la palabra.
Si abrí los ojos para ver el rostro
puro y terrible de mi patria.
Si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.
Para Aitana
Aitana, niña Aitana, baja la primavera
para ti quince flores pequeñas y graciosas.
Sigues siendo de aire, siguen, todas tus cosas
siendo como encantadas por una luz ligera.
Aitana, niña Aitana, fuera yo quien moviera
para ti eternamente las auras más dichosas,
quien peinara más luces y alisara más rosas
en tus pequeñas alas de brisa mensajera.
Aitana, niña Aitana, ya que eres aire y eres
como el aire y remontas el aire que quieres,
feliz, callada y ciega y sola en tu alegría,
aunque para tu luz yo te abriera más cielo,
no olvides que hasta puede deshojarse en un vuelo
el aire, niña Aitana, Aitana, niña mía.
Palabras para Julia
Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable,
interminable.
Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido,
no haber nacido.
Pero tú siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti, pensando en ti
como ahora pienso.
La vida es bella ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos tendrás amor,
tendrás amigos.
Un hombre solo una mujer
así tomados de uno en uno
son como polvo no son nada,
no son nada.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti, pensando en ti
como ahora pienso.
Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino nunca digas
no puedo más y aquí me quedo,
y aquí me quedo.
La vida es bella ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos tendrás amor,
tendrás amigos.
Y siempre siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti, pensando en ti
como ahora pienso.
A galopar
Las tierras, las tierras, las tierras de España,
las grandes, las solas, desiertas llanuras.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
que la tierra es tuya.
¡A galopar,
a galopar
hasta enterrarlos en el mar!
A corazón suenan, resuenan, resuenan
las tierras de España, en las herraduras.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
que la tierra es tuya.
¡A galopar,
a galopar
hasta enterrarlos en el mar!
Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie;
que es nadie la muerte si va en tu montura.
Galopa caballo cuatralbo,
jinete del pueblo
que la tierra es tuya.
¡A galopar,
a galopar
hasta enterrarlos en el mar!
A flor de tiempo, SL
c/ Girona, 120 08009 Barcelona (España)
Tf (+34) 93 457 11 18
Fax (+34) 93 458 92 53
Email: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.